En
este capítulo el autor plantea un cuestionamiento alrededor del ser Joven, esta
pregunta la formula desde una perspectiva social, más allá de lo etario, pedagógico
o disciplinar. Describe a la población juvenil como una sociedad determinante
en la manera cómo se proyecta un país desde lo socioeconómico y lo político.
Problematiza sobre los factores y niveles del desempleo, la falta de fe y la
baja satisfacción de los jóvenes respecto a las condiciones en las que viven
dentro de sus países natales; todo como una radiografía que demuestra las condiciones
de precariedad en la que se encuentran algunos sectores de los países en América
latina. De ese modo, explica la incertidumbre del ser joven, en la medida en
que hay poco espacio para ellos, y donde sus opiniones no son tomadas en cuenta
por la institucionalidad al momento de proponer y aplicar ideas para el cambio.
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Asimismo,
Canclini se refiere a la escasez de utopías, al escepticismo de los jóvenes y a
la amnesia histórica que se mezcla con la indiferencia por el futuro,
evidenciando de esa forma el desencuentro entre las organizaciones hegemónicas
y el comportamiento prevaleciente de los jóvenes. En ese sentido, se pregunta
sobre el tipo de globalización que se le propone a las juventudes
latinoamericanas, quienes al globalizarse como trabajadores, lo hacen con menos
estabilidad laboral, sin sindicatos, con menos protección en salud y seguridad,
integrándose a un mercado liberal sin negociaciones colectivas, con la presión
de estar cada vez más educados y preparados pero para al final tener menos
oportunidades; y al globalizarse como consumidores no es más alentador, pues las
promesas del cosmopolitismo no se cumplen porque a la vez que se encarecen los
espectáculos de calidad, también se empobrecen los recursos materiales y simbólicos
de la mayoría.
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En
concordancia con lo anterior, se enfatiza en la atenuación de las disparidades
entre lo que el autor llama los informatizados y los entretenidos a raíz de la
deuda externa en América latina, en donde, citando datos del SELA, cada
habitante latinoamericano nace con una deuda de 1550 dólares al nacer,
argumentando en ese sentido, que los jóvenes se globalizan primero como
deudores globales que como trabajadores y consumidores de esa globalización. Además,
estas juventudes viven en un mundo laboral de subcontratación, de trabajos
temporales y donde la informalidad laboral es la que lleva el número de la
mayoría, disminuyendo así la seguridad social.
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Es
en ese contexto donde cada vez más jóvenes toman la decisión de emigrar de sus
países por la falta de oportunidades, marchándose con la firme creencia de que
las condiciones no van a cambiar por la incapacidad de sus naciones,
evidenciando así que la exclusión en el mercado de trabajo aumenta en la
periferia.
En
ese panorama, un gran porcentaje de jóvenes ha logrado emigrar a países como
España, USA o Canadá, mientras que muchos otros tienen el deseo de hacerlo, ya
que existe una falta de credibilidad y escepticismo radical hacia el porvenir
de la propia cultura. Canclini relaciona esta problemática con la
desnacionalización de los recursos y con el hecho de que cada vez más a menudo,
las decisiones de las naciones son tomadas por agentes externos, pues muchas de
las nociones de esa globalización están sujetas a la dependencia, cada vez mayor,
hacia Estados Unidos y a la presencia aumentada de Europa, especialmente de España.
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De
esa manera, si con todas las dificultades ya establecidas a nivel laboral los jóvenes
logran acceder a las destrezas informáticas, se evidencian muchas otras características
de desigualdad, pues los porcentajes de los que pueden acceder a tener Internet
son realmente bajos en comparación con los que se tienen que conformar con la
televisión de señal abierta, los vídeos y discos piratas, ya que estas desigualdades
son determinantes al momento de querer participar en redes comunicacionales. En
ese aspecto, el autor diferencia entre el liberalismo clásico (La modernización
para todos) y el neoliberalismo (La modernización selectiva). Igualmente,
analiza cómo la categoría de joven también puede caer en ese panorama de
exclusión, pues aunque el futuro de los jóvenes se perciba como algo sin mucho
encanto, esa realidad no es igual para todos, puesto que la diferencia está en
la manera cómo se conectan o quedan desconectados.
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En
el texto se evidencian algunas generalidades frente a las condiciones de jóvenes
y niños de la calle y a otras formas de desprotección dentro del modelo económico
imperante. Situaciones que se expresan en realidades concretas, materializadas en
guetos, barrios cerrados en donde existe un gran déficit de expectativas, rabia
y frustraciones en la vida de los jóvenes que habitan estos espacios urbanos. En
este sentido, Canclini también afirma que lo itinerante como rasgo de estas
formas de exclusión no es solo nomadismo, pues responde a todas las problemáticas
de desempleo, a una coincidente forma de exclusión, como maneras distintas de
experimentar la marginalización. Del mismo modo, hace una descripción basándose
en Makowski, sobre las condiciones y características perceptivas del tiempo
para los jóvenes de las calles, quienes viven en un tiempo enmarcado por la irrupción
de las instituciones policiales o benéficas, que marcan y determinan sus
temporalidades.
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Por
otra parte, el autor argumenta que los cuestionamientos acerca de las
problemáticas sociales han variado considerablemente, así como los que daban
las respuestas, ya que anteriormente eran los intelectuales quienes respondían,
como en el caso de Sartre u Octavio Paz. Sin embargo, hoy las preguntas las responde Internet, mientras se pone más atención a las telenovelas que a las novelas
escritas; al mismo tiempo, no son las universidades las portadoras de las
respuestas, sino la publicidad. Inclusive, los políticos, que antes respondían
algunas de esas preguntas, han dejado que sus creativos publicitarios e
inversores sean los que respondan a las inquietudes de la mayoría.
En
el texto se hace un paralelo entre lo que se pensaba de la juventud en la
década de los 70, cuando se preguntaban qué significaba ser la primera
generación que creció con la TV y el Zapping, mientras hoy nos preguntamos
sobre la generación que vive entre lo mediatizado como algo que expresa
distanciamiento y la interconectividad que genera una sensación de cercanía y
simultaneidad. Así, Canclini analiza las características de consumo de los jóvenes,
que prefieren lo súbito de los filmes de acción a historias que interpelen la subjetividad.
Hace referencia a la rapidez con que se vive y a la fugacidad de los acontecimientos
que declaran la falta de historicidad, lo sincrónico de la realidad, la
velocidad de la comunicación, los elevados decibeles y la híper-realidad de lo
instantáneo. Esto demuestra lo fragmentada que está la información y cómo esa
fragmentación hace parte de la manera en que los jóvenes se acercan a esa
información generalmente descontextualizada.
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De
esa manera, el autor muestra que existe, no solo escepticismo, sino una fragmentación
y una discontinuidad histórica en estas colectividades, pues la información que
reciben no es articulada a un todo y se muestra descontextualizada. Ahora bien,
estas situaciones no solo hacen parte de los jóvenes con baja escolaridad, sino
también de jóvenes de clase media por la opulencia informática y la
interconexión, ya que ninguno cree en lo que pasó ni en lo que vendrá, son solo
el ahora y la inmediatez las únicas posibilidades, pues como lo dice el autor:
“Si quieres vivir el hiperpresente, no te quedará tiempo para la memoria ni
para la utopía.” p.175.
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Ahora
bien, esos cambios y nuevos modos de temporalidades no parecen ser exclusivos
de las culturas juveniles, púes hay otros aspectos de la realidad contemporánea
que demuestran esa misma complejidad temporal. Por un lado está la forma de
hacer política, mientras que por el otro lado se encuentra la volatilidad y la
alta velocidad con la que opera el mercado neoliberal atemporal, ligado a la obsolescencia
programada y en función de una producción acelerada. Es así, que el autor se pregunta
sobre la correspondencia existente entre la exaltación del instante de la vida
cotidiana en el consumo, y la dinámica escurridiza de los mercados de bienes y
mensajes.
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Sin
embargo, en unos contextos específicos relacionados con lo financiero, la
temporalidad secuencial, histórica y diacrónica de los sujetos sí es tenida en
cuenta para identificar a quienes sean responsable a largo plazo de sus obligaciones
financieras. De la misma manera como sucede con los acuerdos a largo plazos en
los TLC, que también afectan las condiciones de América latina. En ese sentido
Canclini se pregunta si “hay un modo de narrar la temporalidad distinto de los
que apuestan en el casino de las inversiones o disciplinan la sucesión de
nuestros actos para que paguemos las cuotas.” p.177.
Por último, el autor valora algunas acciones aparentemente despolitizadas como los grafitis, analizando cómo hoy las juventudes se articulan a causas más que a organizaciones. Así, hace alusión al grupo de rock Café Tacuba, que en la canción Borrego sintetiza lo diverso y multicultural del ser joven hoy en día; apoyando unas luchas en lo político, que no van directamente respondiendo a demandas y réditos mercantiles, más que a la reivindicación de ciertos modos de vida.
Por último, el autor valora algunas acciones aparentemente despolitizadas como los grafitis, analizando cómo hoy las juventudes se articulan a causas más que a organizaciones. Así, hace alusión al grupo de rock Café Tacuba, que en la canción Borrego sintetiza lo diverso y multicultural del ser joven hoy en día; apoyando unas luchas en lo político, que no van directamente respondiendo a demandas y réditos mercantiles, más que a la reivindicación de ciertos modos de vida.
http://bodyart.batanga.com/sites/bodyart.batanga.com/files/graffiti-que-toman-vida-05.gif
Referencias.
García
Canclini, N (2004). Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de
interculturalidad. Barcelona: Gedisa. Capítulo 8. ¿Ser diferente es
desconectarse? Sobre las culturas juveniles.
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